sábado, marzo 08, 2008

BorrajaX vs. "un infausto lecho"

Una cama normal y corriente... ¿o no tanto?


Nada... que como sigo sin tener mucho que contar, me he dicho... "pues voy a aprovechar para dar otra de mis lecciones magistrales, tan didácticas y tan pedagógicas a la chavalería"... Ésta también trata de cosas que no conviene decir a señoritas si quieres llegar a esparcir y perpetuar tu huella genética (vamos... a echar un huete).

Bien... ¡commençons!

Hete aquí que una noche cualquiera de estos últimos Pilares (octubre de 2007) en la que casualmente mis padres se encontraban de viaje (es decir, en mi casa podían entrar todas las féminas que quisieran) pergeñamos una cenica entre los coleguis del instituto en casa de uno de ellos. Como debe ocurrir (y ocurrió) en una buena comilona de mangurrianes desorejaos, además de buen comercio, hay buen bebercio, tanto durante la cena como en la sobremesa.

Tras unas buenas y abundantes (sobre todo, abundantes) copicas de espirituosos varios, comencé el proceso de reclutamiento de adeptos que quisieran bajar al Casco (zona de marcha de Zaragoza) y dio la puta casualidad que ninguno de los ¿amigos? (en ese momento me entró la duda existencial de si eran amigos o una panda de paramecios gayer) allí presentes secundaba mis planes... los unos estaban cansados, los otros que tenían que trabajar al día siguiente, los otros porque... ¡porque la abuela fuma!... “Bueno, bueno, ¡que no panda el cúnico!”, me dije... “¡¡Movilización general!!” (useasé, a llamar por teléfono móvil a diestro y siniestro)... ¡Increíble!: Mismo resultado llamada tras llamada. ¡Se mascaba la tragedia!... Yo ya había bebido hasta ese peligroso punto en el que empiezas a decirte a ti mismo eso de “¿Con este ciego tan rico te vas a ir a casa? ¡Y una mierda!” Total... que, cuando vi que no había más que rascar, y siendo que el tal Casco me pilla al lado de casa, me enganché un bus y bajé para allá. Sí: yo solo (¡hasta qué extremos de borracho perdido y patético ha llegado mi degeneración!). Hombre, es justo y necesario decir en mi descargo que, a pesar de ir notablemente ebrio, mis planes únicamente contemplaban pasar por dicha zona como una parte más del camino a mi hogar, siendo mis únicos y castos propósitos (a aquella temprana hora de la noche) ver un poquillo el ambiente y pasar de largo. Si, si... ¡Alma Candyman...! ¡¡Qué iluso!!

Dio la casualidad de que, sin comerlo ni beberlo, en la puerta de un bar al que soy bastante asiduo (perdón; del único puto bar que piso cuando bajo al Casco: La Recogida) encontréme a un conocido (nótese el deliberado uso de la palabra “conocido”: se trata de un chaval que parece muy majo y buena gente, pero que no deja de ser un amigo de amigos con el que habré coincidido cinco o seis veces en mi vida) al que, además, hacía algo así como tres o cuatro años que no veía. ¡Más que suficiente para quedarme! “Total...”, pensé, “… para meterme a un garito de marcha en el que no puedes cruzar con otra persona más de tres palabras seguidas puesto que el humo y el volumen de la música se lo impiden a las gargantas, no necesito más”. Le conté una milongaza de que había quedado hacía media hora con un colega en ese mismo bar, pero que igual ya se había pirado y blablabla... ¡y p'adentro! Bueno... la verdad es que solo me apegué a él (como descubriréis a lo largo del relato) para cruzar la puerta del local... en nada lo dejé en paz y me puse a buscar personas humanas que dispusiesen de dos agujeros a distancia Ambar (a ver si hago un post explicando qué es la distancia Ambar pero, para los neófitos, indicar que me estoy refiriendo a mujeres)

La primera víctima de la noche apareció pronto... ¿o aparecí yo a su vera?... ¡Es igual! Me encontré al lado de una chica morena que andaba bebiendo una copa. Durante unos instantes la miré, y valoré lo mucho que daría a Nuestro Señor por poder sentir sobre mis labios el roce de los suyos, comparables únicamente a pétalos de rosa que, merced a una tímida sonrisa, dejaban entrever unas perlas más brillantes que la más brillante luna llena rielando sobre un reposado mar en una queda noche de invierno... lo cual, en aquellos instantes etilico-festivos se tradujo en un “Respira, ¿no, co?...¡¡pues p'alante y a por ella!!”. Me acerqué y le dije: “¡Psss!... A ver, ¡tú!... ¡¡Inspección de sanidad!!”, le agarré el cubata y le di un trago. Me resultó de un sabor bastante desagradable y le espeté “¡Buagh, co!... esto no es ron ¿verdad?” y me dijo “Sí, sí... Es Cacique...” Ahí me di cuenta de lo mucho que habían cambiado mis gustos desde que regresé de Suecia y me convertí en un morro puta que últimamente solo churrupa “Brugal con Cola, unas gotas de limón exprimido y una pajita para remover”. Esto es lo que pido siempre en La Recogida, en abundantes ocasiones a lo largo de todos los sábados del año y bastantes jueves. Tal reincidencia ha hecho que el camarero ya me conozca y no tenga más que acercarme a la barra y hacerle un gesto con la mano para encontrarme unos instantes después con mi Brugal perfectamente servido a mi gusto. Bien, pues con esto, me acerqué a la barra, le llamé la atención y le indiqué que quería “dos” con mis dedos. Fue más que suficiente para el camarero. Ni siquiera tuve que ir a la “primera línea de barra” ni mucho menos abrir la boca: Dicho y hecho. Me acerqué, los pagué y le ofrecí uno a la damisela en cuestión, el cual aceptó de buen grado. ¡¡Niquelao!!. Había quedado niquelao y como un señor… un señor candidato a engrosar las filas de alcohólicos anónimos, porque eso de que en un bar del Casco sepan qué bebes es preocupante, pero en fin… ¡señor, a fin de cuentas! Tras esta soberbia actuación, cualquier macho humano heterosexual medianamente normal (especialmente teniendo en cuenta que el precio de un cubata es de 5'50€) se hubiera puesto a darle palique a la tipa durante toda la puta noche y meterle morro todas las veces que fuese menester hasta que la otra aceptase. ¡Un cubata da ese derecho! ¿o no?. Bueno... al menos da derecho a que la otra te aguante mecha sin importar de lo que quieras hablar, ya sea del Coche Fantástico, triglifos griegos o la insoportable levedad del ser: ha aceptado la copa y estoicamente debe poner buena cara a tus sandeces durante las siguientes tres o cuatro horas... Pero, como ya digo, todas estas disquisiciones ocurren únicamente en una mente normal. En la mía no (y ahogada en alcohol, menos): Una vez que, a cubatazo limpio, había conseguido romper el hielo con la muchacha... me piré. ¡Sí, coño! Total... ya había pagado 5'50€ a una chavala y me sentía realizado como persona humana... ¡¡Claro que sí!! ¿'Pa qué más, verdad?. ¡Ains!... Primera cagada.

Hete aquí que unos metros más allá había otras dos chiquillas desvalidas... ehm... bueno, a decir verdad, una me sacaba una cabeza y tres espaldas, cosa por otra parte no muy complicada, dada mi complexión, más bien tipo “chupa-chups de pelo” que otra cosa... Digamos entonces, para ser veraces, que había una chiquilla desvalida protegida por su guardaespaldas. Ambas tenían todo el aspecto de disponer aún de pulso, lo que las convertía en candidatas ideales para ser hembras-alfa y, por tanto, me dispuse a cortejarlas... No recuerdo con exactitud la conversación (¡qué coño!... no recuerdo una mierda de lo que les dije) excepto que en un momento dado la más... ehm... la alta... exclamó con expresión asustada “Ese negro de ahí me ha dicho que 'si quiero probar una polla más grande que las que he conocido hasta ahora'“ lo cual me llevó a hacer la reflexión de que “¡siempre hay clases, co!... Yo que (normalmente) no me atrevo a decirle 'hola' a una desconocida, y el otro ya, directamente a pollazo limpio... ¡ntchs!... cuánto me queda por aprender... dicen que el hambre espabila... ¡gran verdad, pero yo paso hambre del otro y sigo imbécil!”... Además de esto, recuerdo vagamente algún otro dato, como que la más alta había estudiado en mi misma Universidad, que la más bajita trabajaba en una residencia de ancianos (dato relevante como veréis a continuación) y poco más. El caso es que charramos durante un buen rato y entonces pensé..."¡Venga, Héctor!... ¡lanza una intentona golpista!"... “Ehm... Oye, que... que me habéis caído muy bien, y... ¡que os invito a un chupitín!” Cómo no, ellas encantadas. Me voy a acodar en la barra para pedirlo y ¡Zás! ¡Luces a todo trapo! ¡¡Nos echan!! ¡Micagonlamierda!. Bueno, pues nada ¡a la puta calle!... A todo esto, el mozo al que yo me había apegado se había largado tiempo ha, sin despedirse (tampoco es que me importase, todo sea dicho, pero es por si teníais curiosidad).

Ya en la calle empecé a decirles a las muchachuelas lo mucho que sentía no haberlas podido convidar como se merecían, y entonces, lo solté: “Oyeeeee... estooooo... ¿por qué no os venís a mi casa, que vivo aquí al lado y estoy solico, que tengo unos culines de botellas de ron y whisky de hace unos 20 ó 30 años y nos los tomamos... ¿de hace 30 años? Sí, bueno... es que mis padres no pueden beber, y por eso... ¡jé jé!... ¡En nuestra casa, el Chivas de 12 años se vuelve de 30 tranquilamente... ¡jú jú!... pero oye, que seguro que aún están buenos ¿que no, co? Que las bebidas alcohólicas, cuanto más viejas, mejor ¿que no, co?” A pesar de lo que pueda pensar un lector mínimamente inteligente aquí todavía no tenía la sensación de “La has vuelto a cagar... ¡co!”. No. Aún no. La alta decía que estaba cansada, pero que nos dejaba solos a la amiga y a mi para que “hiciésemos lo que quisiéramos” Incluso me pareció entrever, no se en boca de cual, una furtiva invitación a casa de la menos alta (o bajita) pero no se exactamente como, junto a esa invitación apareció el dato de que vivía en Torrero (para quien no lo sepa, en la otra puta punta de Zaragoza) Yo decliné amablemente esa posibilidad con algo parecido a “¿¿Coooo?? ¿A Torrero, co? ¡Pero si está en a-tomar-por-culo, número cinco!... ¡No, no, no!... Ni hablar, co, que paso...” Y aquí ya sí que sí... Mucho había aguantado sin meter la pata hasta el garganchón y no pude más: “Mira... vosotras os venís a mi casa, que está aquí cerca, nos echamos unos chupitos y luego, si os apetece, hasta podéis quedaros a dormir, porque tengo sitio... Tengo la cama de mi abuela muerta, que está de puta madre, porque es de esas como... como de hospital, que se suben y se bajan la cabecera, los pies... ¡¿que digo?! ¡¡Es mejor que la de muchos hospitales!; Mira: ésta tiene un motor y mando a distancia, y las de muchos hospitales son viejas y van con manivela, y ésta no: le das a un botoncico y ¡chhhrrrrriiiiis!... te sube las patas, y le das a otro botoncico y ¡chhhrrrrriiiis!... te las baja... ¡¡Vamos, un primor de cama!! ¡De lo bueno lo mejó, de lo mejó, lo superió!” ¡Joder, no sé!... a mi esas cosas me molan... Siempre me han hecho gracia ese tipo de camas, y me han parecido útiles que te cagas, para leer cómodamente antes de acostarse, desayunar sin tener que salir de la piltra... De hecho, como la más bajita trabajaba en una residencia de ancianos, me imaginé que le gustaría ese rollo... “geriátrico” y tal. Me equivocaba. Tras decirme la más alta que “Eso de la cama de la abuela muerta no sube mucho la libido ¿eh?” (o algo así) se cogió un taxi. Durante unas décimas de segundo pensé que la bajita iba a seguirme a juguetear con los mandos a distancia (y lo que se terciase)... pero no; no fue así. Tras verla meterse en el siguiente taxi (no dejó uno entre medias, la jodida) espetarle un “Pues sin chupitos de 20 años te has quedao” (que fue respondido con un carente de glamour y excesivamente desdeñoso “pues mira: sin chupitos me he quedao”) echar un vistazo a las sucias aguas del Ebro y sopesar la posibilidad de arrojarme a ellas pensé “¡¡¿Y lo que me voy a ‘escojonar cuando lo cuente?!!”. Con este consuelo y una incipiente sonrisilla me encaminé haciendo eses hacia mi hogar. Que ya era hora.

Reciban todos un cordial saludo, damas y caballeros.

Postdatas:
  • Lo del pulso ha sido un pequeño préstamo de Eddie Izzard. Para comprenderlo, ver entre el minuto 2 y el 3 de este video. Por cierto: gracias Xmariachi por descubrirme a este pavo. Es muy grande (y visto con subtítulos, más, porque se entiende... algo). Efectivamente, y no: en el link no hay subtítulos. ¡¡Se sienteeeee!!
  • Esto del Brugal le hará gracia a uno que yo me ¿eh, Sergio?
  • La historia con la primera chica ha tenido algo más de miga (toda lamentable, olvidable y vergonzosa) a lo largo de algún otro día más, pero eso es otra historia...
  • Mi pobre abuela no se murió en esa cama, sino en el hospital. La premisa era valida (la cama de mi abuela muerta) pero fue expresada torpemente. Seguramente, si hubiese apostillado que no había muerto sobre ese lecho, hubiese mojado... ¡¿Qué digo?! ¡¡Un trío hubiese habido!! Fijo. Bueno... igual no ¿o qué? En fin... eso, nunca lo sabremos...
  • Está visto que el día que yo me apunte al carnet de conducir veré un cielo nuevo, y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra se irán, y el mar ya no será... (Apocalipsis, 21) porque a este paso... ¡¡joer!!
  • Hablando de biblias y demás... se que por algún sitio dicen algo de "dar de beber al sediento, comer al hambriento y alojar al forastero". Bien, pues yo con estas dos últimas pavas estaba dispuesto a hacer las tres cosas (mayormente la de enmedio) ¿y así me lo pagaron?... ¡Qué malas Catódicas Apostódicas! No comprendieron la metafísica cristiana que encerraban mis acciones. Ni yo tampoco.
  • A ver si posteo más a menudo, pero es que ando bastante liado (lo juro). De hecho, este post ha estado fraguándose semanas (a alguno le resultará increible que semejante mierda requiera semanas, pero como decían en "La Codorniz" me importa 3x...)